Introducción
Lo explicaba la profesora de Filosofía Victoria Camps en una conferencia: cuando los padres descubren que su hijo ha cometido una gamberrada, en vez de castigarlo lo que hacen ahora es llevarlo al psicólogo. “Algo anda mal”, sería la conclusión de la familia. Todo el país reclama de hecho un psicólogo para que le descubra el origen de la crisis de la educación. “¿Qué pasa en las aulas?”, se pregunta la profesora Bárbara Pastor en un reciente libro cuyo subtítulo lo dice todo: “Crónica de un desastre”. El sociólogo Salvador Cardús lo ha definido en otro ensayo como “El desconcierto de la educación”. Y eso sucede al comienzo del siglo XXI, cuando la escuela dispone de más medios que nunca y hay más alumnos escolarizados que nunca.
El Gobierno del Partido Popular, que ya anunció al principio de esta legislatura su voluntad de cambiar la LOGSE, ha presentado el anteproyecto de la ley de Calidad de la Educación, lo que augura un curso 2002-03 agitado. El debate sobre la futura ley se superpone al que ya existía sobre la LOGSE y a una realidad que no se aleja de lo que sucede en las escuelas de otros países del entorno. El peligro es que una vez más prime el enfrentamiento político y se olvide a los auténticos protagonistas. Para el Gobierno existe la tentación de utilizar la mayoría absoluta. A la oposición le queda el recurso de las protestas. En estos casos, los argumentos dejan paso a la demagogia y aparecen preguntas como la que una publicación supuestamente progresista le trasladó. Las cifras sobre fracaso escolar son superiores a las de países del entorno, PERO NO SON PEORES QUE LAS DE HACE UNOS AÑOS. En comprensión lectora, matemáticas y ciencias, España está por debajo de la media de las naciones desarrolladas a un pedagogo: “¿Cuál debería ser el papel de la escuela: evitar un nuevo Auschwitz, como dijo Adorno, o poner énfasis, como se hace en el debate actual, sobre la ortografía y los niveles académicos?”.
Para los profesores, auténticos protagonistas, el debate no se centra en los itinerarios, la reválida o el peso del consejo escolar, sino en cuestiones más tangibles que afectan a la convivencia diaria en las aulas. Indisciplina en las aulas. Esteban Requena, catedrático de Filosofía del Centro Reina Sofía de Valencia para el Estudio de la Violencia, asegura que el concepto de “violencia escolar” es tan amplio que medios de comunicación y estudiosos utilizan ítems muy distintos. Su opinión es que en España no hay violencia salvaje como la de Estados Unidos, pero sí acciones de violencia de baja intensidad, como insultos, amenazas, falta de respeto, actos de exclusión,
que en su continuidad pueden dar pie también a situaciones insostenibles. Son varios los estudios que coinciden en que cerca de un 10% de los alumnos ha sufrido maltrato verbal o exclusión por parte de sus compañeros, y esa es también una de las causas del desgaste y el malestar docente.
Según los expertos, no tiene sentido pensar en una violencia directamente ligada al hecho escolar. En el perfil del joven violento confluyen factores ajenos, como la vulnerabilidad psicológica, la afición a los videojuegos violentos, la frustración y el sentirse fracasados. Y hay además dos elementos que favorecen estas situaciones: la marginalidad y un imaginario agresivo, alentado por la banalización de la violencia que se percibe en la publicidad, los programas televisivos o las películas.
Los profesores reclaman más capacidad para sancionar y poder evitar la farragosa burocracia de los expedientes disciplinarios.
Pero en la sociedad española convive una pulsión antiautoritaria, derivada de un pasado muy reciente, que se opone a cualquier retoque de los códigos de Derechos y Deberes de los Alumnos, con una creciente sensación de que es necesario tomar medidas para evitar que el problema se escape de las manos. La última encuesta del CIS es elocuente: el 68,6% de los ciudadanos españoles está “más bien de acuerdo” en que “en los colegios e institutos hoy existe excesiva tolerancia”.
El fracaso escolar. Uno de cada cuatro adolescentes no obtiene el certificado de graduado escolar. Las cifras sobre fracaso escolar son superiores a las de otros países del entorno. Pero no son peores que las de hace unos años. Al final de los años ochenta, sólo un 62% del alumnado superaba la enseñanza obligatoria (EGB) a los 14 años, y de los que pasaban al BUP y la FP, sólo el 58% los superaba.
El último informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) tampoco deja a España en un buen nivel en el ranking de conocimientos. En comprensión lectora, en matemáticas y en ciencias, España se sitúa por debajo de la media de los países desarrollados, bien es verdad.
Derechos de los alumnos
1. El alumno tiene derecho a una educación de calidad, para el desarrollo de su personalidad y de sus conocimientos.
2. También son derechos del alumno:
- El estudio.
- Evaluación y reconocimiento escolar.
- Formación integral de sus capacidades de aprendizaje.
- Acceso a las tecnologías.
- Recibir una educación para vivir en una sociedad igualitaria.
- La protección contra toda agresión física o moral.
- Libertad de expresión.
Deberes de los alumnos
1. El estudio es un deber fundamental, así como, la obligación de asistir a clase regularmente y el respeto a los compañeros.
2. Respetar la autoridad y metodología.
3. También son deberes de los alumnos:
- El respeto a la libertad y a la igualdad.
- Respeto a las norma de convivencia y disciplina.
- La participación en todos los órganos del centro.
- El buen uso de las instalaciones y materiales.
Reflexión
Los derechos y deberes del alumno son algo muy importantes que todos debemos conocer, ya que, es la manera de fijar unas pautas a seguir.
Estos están equiparados, hay el mismo número de derechos que de deberes, nos hemos fijados en que el estudio es un derecho, además de un deber, y como tal, deben de conseguir los objetivos fundamentales de la educación.
También el respeto a la libertad es un derecho al igual que un deber, por tanto, igual que te respetan debes de respetar.